sábado, 1 de agosto de 2020

ECOLOGÍA DEL DESARROLLO HUMANO



Relatoría: María del Pilar Sandoval Cabarcas

Cuando se habla de ecología evocamos la amenaza que rodea al ecosistema global del planeta y en él, a la mayoría de las especies; situación que ha sido generada por nosotros mismos como un boomerang que en su viaje de regreso nos coloca también en la posición de víctimas. El hombre víctima del hombre. La ecología humana ha sido considerada una importante perspectiva relacionada con la sociología que estudia las conexiones de la población con el ecosistema para lograr su adaptación.

Urie Bronfenbrenner, en su obra La Ecología del Desarrollo Humano plantea que los ambientes naturales son la principal fuente de influencia sobre la conducta humana (citado por Torrico et al, 2002) y que el desarrollo humano se da en acomodación progresiva y mutua entre un ser humano activo en proceso de desarrollo, y las propiedades cambiantes de los entornos inmediatos en los que está inserto.

Ochaita y Espinosa (Ochaita & Espinosa, 2004) afirman que el modelo ecológico de Bronfenbrenner pretende abordar la comprensión de la interacción que se produce entre el sujeto y los sistemas o contextos de desarrollo, que afecta a todas las etapas del ciclo vital (dimensión temporal); sin dejar de lado la importancia de los factores biológicos en el desarrollo psicológico, el papel activo del propio sujeto y los efectos de los grandes cambios culturales (macrosistémicos) en el desarrollo de los individuos.

De este modo plantea la importancia de realizar el análisis de los diferentes contextos en los que se desarrolla el sujeto, para comprobar si son capaces de satisfacer las necesidades básicas de los seres humanos, reconociendo la influencia del papel activo del sujeto en las interacciones con el medio.

Según este enfoque, los sistemas son considerados de modo dinámico y global; siendo necesario tener en cuenta todos sus elementos y las múltiples relaciones que se forman entre todos y cada uno de ellos.

Bronfenbrenner concibe el medio ambiente en cuatro sistemas, cuyas características y condiciones afectan al propio proceso de desarrollo: microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema. El Microsistema es la capa más cercana al sujeto e incluye los comportamientos, roles y relaciones característicos de los contextos cotidianos en los que éste pasa sus días, es el lugar en el que la persona puede interactuar cara a cara fácilmente, como en el hogar, el trabajo, sus amigos (Bronfenbrenner, 1979). El microsistema puede ser un entorno que potencialice el desarrollo del sujeto pero bajo condiciones negativas puede ser destructivo, tal es el caso en el estudio de la violencia intrafamiliar.

Dentro de las variables implicadas en los diferentes microsistemas, Torrico cita: personalidad, actitudes, cogniciones/pensamientos, prejuicios, valores, educación.

Estas relaciones generan influencias bidireccionales; por ejemplo, las figuras paternas pueden afectar las creencias y el comportamiento del niño y a su vez, el niño también afecta las creencias y comportamiento de los padres. Estas influencias se producen entre todos los niveles del medio ambiente. A nivel de microsistema, las influencias bidireccionales son más fuertes y tienen el mayor impacto en la infancia. Sin embargo, las interacciones a nivel exterior todavía pueden afectar las estructuras internas.

El Mesosistema comprende las interrelaciones de dos o más entornos en los que la persona en desarrollo participa activamente (familia, trabajo y vida social/redes sociales). Esta capa proporciona la conexión entre las estructuras del microsistema del sujeto. Ejemplos: la relación entre el maestro del niño y sus padres, entre su iglesia y su barrio, relaciones entre el hogar, la escuela y el grupo de pares del barrio; relaciones entre la familia, el trabajo y la vida social. Es por tanto un sistema de microsistemas. Se amplía cuando la persona entra en un nuevo entorno (Bronfenbrenner, 1979).

Las relaciones posibles a nivel intersistémico son: participación en entornos múltiples, comunicaciones entre entornos y Conocimiento entre entornos. La vida adulta se caracteriza, entre otras cosas por: encontrar un trabajo, cambiar de trabajo, perder el empleo, casarse, tener un hijo, o temas más universales: enfermar, ir al hospital, sanar, volver al trabajo, jubilarse y la última transición: morir. Toda transición ecológica es a la vez, consecuencia e instigadora de los procesos de desarrollo.

La vinculación o transición directa es la que más claramente define y explica la importancia del mesosistema. Cuando la persona hace esta transición en solitario, el vínculo que da lugar al mesosistema se denomina solitario, pero si la hace en compañía de otra persona procedente del entorno familiar, el vínculo será dual. Bronfenbrenner habla de vinculación múltiple cuando hay más de una persona que es activa en los dos entornos. Finalmente, un mesosistema que tiene un solo vínculo principal directo, siendo los restantes indirectos, dará lugar a una vinculación débil. 

El Exosistema se refiere a uno o más entornos que no incluyen a la persona en desarrollo como participante activo, pero en los cuales se producen hechos que afectan a lo que ocurre en el entorno que comprende a la persona en desarrollo, o que se ven afectados por lo que ocurre en ese entorno (trabajo, el vecindario, las relaciones sociales informales y los servicios sanitarios, sociales o educativos de que dispone la comunidad, o en el caso de los niños, las condiciones de trabajo de sus padres como horarios de los padres el lugar de trabajo) (Bronfenbrenner, 1979). 

El sujeto puede verse afectado por los roles, características y relaciones de contextos o situaciones ajenos a él, en los que ni siquiera está físicamente presente, a través de la vinculación de éste con otra persona que esté inmersa en un determinado microsistema (Ej: el niño no está directamente relacionado con el contexto laboral de sus padres, pero este sistema puede influir de forma decisiva en su desarrollo a través de sus padres).

Bronfenbrenner considera que cuando se trata de hacer investigaciones sobre la incidencia de este nivel sistémico en el individuo, debe establecerse la secuencia causal que los relacione. Para ello se ha de probar la conexión de los procesos que se producen en el entorno externo con los que tienen lugar en el microsistema de la persona en desarrollo. También se deben conectar los procesos del microsistema implicados en la relación anterior, con los cambios evolutivos de la persona en cuestión.

El Macrosistema se refiere a las correspondencias, en forma y contenido, de los sistemas de menor orden –micro, meso y exo- que existen al nivel de la cultura junto con cualquier sistema de creencias o ideología que sustente estas correspondencias en un determinado contexto histórico y cultural. Por ejemplo: ideas sobre la forma más adecuada de crianza, roles atribuidos a los sexos.

Un cambio drástico en el macrosistema tiene efectos sobre el resto de los sistemas, llegando incluso hasta el nivel de actividad individual (Bronfenbrenner, 1979). La creencia de la cultura basada en que los padres deben ser los únicos responsables de criar a sus hijos, hace menos probable que se proporcionen recursos para ayudar a los padres, lo que a su vez afecta a las estructuras en las que los padres funcionan. La capacidad de los padres o la incapacidad para llevar a cabo esa responsabilidad hacia sus hijos en el contexto del microsistema del niño es igualmente afectada.

En una sociedad o grupo social en particular, la estructura y la sustancia del micro, el meso y el exosistema tienden a ser similares y los sistemas funcionan de manera similar, mientras que entre grupos sociales diferentes, los sistemas constitutivos pueden presentar notables diferencias. (Bronfenbrenner, 1979).

Finalmente, en un momento que no he podido precisar en la literatura revisada, aparece el concepto de Cronosistema. Este abarca la dimensión del tiempo en lo que respecta a los entornos de un niño. Elementos dentro de este sistema pueden ser externos, como el momento de la muerte de un padre, o interno, como los cambios físicos que se producen con el desarrollo del sujeto. Conforme el sujeto crece, puede reaccionar de manera diferente a los cambios de su medio ambiente y puede ser más capaz de determinar la forma en que el cambio influye sobre él.

Félix Guattari (1930 – 1992) filósofo y psicólogo francés, en su obra Las Tres Ecologías plantea que la economía del beneficio y las relaciones de poder han causado mucho daño al planeta. Centrales nucleares producen riesgos que causan accidentes como Chernobil y la reciente crisis del Japón, que al menor fallo técnico, humano o natural, pueden causar una exterminación colectiva. Por tanto, llama a una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los bienes materiales e inmateriales.

Guattari hace un recorrido por las problemáticas sociales y la marginación tanto en países tercermundistas como en países desarrollados, llegando a la conclusión que en todas partes se encuentra la misma contradicción: el desarrollo continuo de nuevos medios técnico-científicos susceptibles potencialmente de resolver las problemáticas ecológicas dominantes y el reequilibrio de las actividades socialmente útiles sobre la superficie del planeta vs. la incapacidad de las fuerzas sociales organizadas y de las formaciones subjetivas constituidas de ampararse de esos medios para hacerlos operativos. (Guattari, 1996)

Según Guattari, a pesar que se ha tomado conciencia de la afectación del entorno, los esfuerzos se han limitado al campo de la contaminación industrial desde una perspectiva tecnocrática pero hace falta una articulación ético-política (ecosofía) entre los tres registros ecológicos, a saber: medio ambiente - relaciones sociales - subjetividad humana. Si no se produce esta rearticulación, afirma que se puede presagiar el ascenso de todos los peligros: del racismo, del fanatismo religioso, de la explotación infantil, de la opresión de la mujer, entre otros.

De igual forma que el hombre ha afectado a las especies animales en el contexto de la ecología medioambiental, ha ocasionado desastres en la ecología social: el autor cuestiona hechos concretos como el apoderamiento de barrios enteros de New York y Atlantic City para renovarlos, aumentar los alquileres y expulsar al mismo tiempo a decenas de millares de familias pobres, la mayor parte de las cuales están condenadas a devenir sin hogar. Otro desastre de la ecología social ha sido el trabajo de los niños, que los condena a quedar sin educación y ser explotados, si no mueren antes.

Guattari habla de una ecología mental que se verá obligada a reinventar la relación del sujeto con el cuerpo, la finitud del tiempo y los misterios de la vida y de la muerte. También nos habla de la ecología social, planteando que hay que modificar o reinventar la forma de ser en pareja, en familia, en el contexto urbano, en el trabajo, etcétera. En cuanto a la ecología medioambiental, ve en ella todo posible, donde los equilibrios naturales dependerán de las acciones humanas. (Guattari, 1996)

Julio Moreno, psiquiatra y psicoanalista miembro titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires y de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, presenta parte de la obra de Isidoro Berenstein, reconocido psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires y autor de Devenir otro con otro(s) Ajenidad, presencia, interferencia. (Moreno, 2004). En su obra, Berenstein continúa profundizando las líneas de reflexión abiertas en el sujeto y el otro, las múltiples y con las resonancias que el concepto de vínculo ofrece a la indagación psicoanalítica, ahondando entre otros temas, en el vínculo que se establece entre analista y paciente. Este contexto nos permite retomar algunos conceptos que desde el psicoanálisis pretenden describir las relaciones del sujeto: Entre-dos, vínculo, imposición, ajenidad, resistencia a la vincularidad, interferencia. (Berenstein, 2004)

Entre-dos: “el otro y el sujeto que se llama a sí mismo ‘yo’ se determinan entre sí y desde lo que sucede en ambos.” No desde el Uno. No desde lo que uno piensa del otro. Moreno plantea que en la obra de Berenstein se alcanza a leer de fondo la idea que las prácticas determinan sus resultados y las subjetividades de quienes se ven involucrados en ellas.

El “vínculo” lo define como una situación inconsciente que liga a sujetos determinándolos con base en una relación de presencia (opuesta en cierto modo a una relación de ausencia) y que, lógicamente genera diferentes subjetividades. Lo inicial de un vínculo es el Dos, la diferencia radical, aún cuando sus integrantes suelen preferir pensarlo como la suma de dos Unos.

La “imposición” es relacionada con el término de “Identificación”: en la identificación se impone el “deseo que seas como yo” y el “deseo ser como tú” (Ej. un niño y sus padres). En la imposición no hay deseo “Eres sujeto de esta relación porque perteneces a ella; debes pertenecer a este vínculo”. La imposición no afecta sólo a los débiles del vínculo (Ej: los padres a los niños), afecta a todos los que pertenecen a un vínculo. El vínculo impone a todos y a cada uno de los sujetos del vínculo, una subjetividad vincular. La “ajenidad” es aquello del otro que no se puede homologar ni en lo semejante ni en lo diferente y es inherente a la presencia del otro.

Berenstein propone tres tipos de juicios con respecto al objeto y en relación al par presencia-ausencia: El juicio de existencia (que no ha de confundirse con presencia interior), el juicio de atribución (que se opone al de presencia) y el juicio de presencia que atañe exclusivamente a lo ajeno, fuente de dolor pero también capaz de generar novedades en un vínculo.

La “resistencia a la vincularidad” es resistencia a dar lugar a la presencia que, remite a la ajenidad del otro. Es rechazo a una nueva inscripción del otro, distinto a cualquier representación previa y por lo tanto alterador de las mismas.

El sujeto habita para Berenstein producido por diferentes “mundos”: el interno, el de los otros, de la familia, y los otros de lo social; pero, a la vez es en el sujeto donde esos mundos se superponen o se disocian.

Toda vinculación puede ser asimétrica pero aún así, junto con la transferencia aparece la “interferencia”, o sea un encuentro entre ajenidades que como tal afecta a ambos miembros del vínculo y no desde uno al otro. Moreno nos recuerda que el tema de la transferencia fue primero entendido por Freud como un obstáculo al recuerdo, y luego como un aliado irremplazable del análisis.

Finalmente se plantea que la educación general no nos ayuda a reconocer, aceptar y vincularnos con la ajenidad de los otros, como sí lo hace con la semejanza y la diferencia.

CONCLUSIONES

El modelo de Bronfenbrenner presta atención a las interconexiones ambientales (microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema) y el impacto que estas pueden tener sobre la persona y su desarrollo psicológico. Estudia al sujeto en progresiva acomodación a sus dinámicos entornos inmediatos y otros más grandes en los que está incluido. Permite además, analizar la influencia de los factores macrosistémicos (marcos culturales o microculturales) en los que transcurre el desarrollo, sin limitarse al estudio del cambio evolutivo durante los primeros años de la vida, sino que abarca todo el ciclo vital, siendo de gran utilidad para una amplia gama de investigaciones en las ciencias sociales.

La propuesta de Guattari se resume en reconstruir el conjunto de las modalidades del ser y ser en grupo, pretende prácticas efectivas tanto a los niveles microsociales como a mayores escalas institucionales. En este sentido encuentra correspondencia con el modelo de Bronfenbrenner . La idea de que la política, como elemento del macrosistema influye en los sujetos psicológicos es de especial relevancia para el estudio crítico de las necesidades humanas y tiene resonancia en la ecosofía de Guattari (articulación ético-política).

El aporte de Bernstein profundiza la reflexión entre el sujeto y el otro, pretendiendo describir las relaciones del sujeto con base en el “vínculo”, como situación inconsciente que liga a los sujetos y que genera diferentes subjetividades. El sujeto es resultado de diferentes “mundos”: mundo interno, mundo vincular (familia), y mundo sociocultural. Sin embargo, es en el sujeto donde estos mundos se reconfiguran. Finalmente estos aportes permiten entender las interrelaciones del sujeto con el entorno, encajando en el modelo de Bronfenbrenner y en la ecosofía de Guattari.

SUGERENCIAS PARA LA INVESTIGACION

El modelo de Bronfenbrenner es de gran utilidad para estudiar la infancia de forma válida teniendo en cuenta la influencia de los contextos en su desarrollo. Se complementa con Berenstein para describir la naturaleza de la interacción entre-dos y con otros, encontrando puntos de encuentro con las tres ecologías de Guattari: ecología mental, ecología social y ecología medioambiental,

Es de utilidad para describir los procesos adaptativos e inadaptativos de las personas y los factores situacionales e individuales que median en esos procesos. Llama la atención su aplicación para estudiar: contextos comunitarios, la familia, las instituciones infantiles como contextos del desarrollo humano, procesos de adaptación e inadaptación de pacientes con enfermedades crónicas y personas con discapacidad, fenómenos de violencia como el Bullying, redes sociales (mesosistema), por citar solo algunos.

REFERENCIAS

Berenstein, I. (2004). Devenir otro con otro(s). Ajenidad, presencia, interferencia. Buenos Aires: Paidós.

Bronfenbrenner, U. (1979). The ecology of Human Develop ment. Cambridge, Harvard University Press. (Trad. Cast.: La ecología del desarrollo humano. Barcelona, Ediciones Paidós, 1987).

Guattari, F. (1996). Las Tres Ecologías. París, Francia.

Moreno, J. (2004). Revista de Libros. Psicoanálisis APdeBA , 529-534.

Ochaita, E., & Espinosa, M. (2004). La teoría ecológica de Bronfrenbrenner. En Hacia una teoría de las necesidades infantiles y adolescentes. Madrid: MAcGraw Hill-UNICEF.

Torrico Linares, E., & al, e. (2002). El Modelo teórico de Bronfrenbrenner como marco teórico de la Psicooncología. Anales de Psicología , 45 - 59